Cuando Georgina conoció a Quintus Finning, él no le dirigió una sola palabra. Pero semanas más tarde Quintus se presentó en la puerta de su casa, empezó a mandarle regalos y después la secuestró, bajo el pretexto de que estaba preocupado por su seguridad.
Georgina se sentía intrigada por aquel hombre a quien su familia calificaba de inadecuado, pero que a ella le encendía la sangre como ningún otro.
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